MONSEÑOR TULIO OMAR PÉREZ RIVERA,
OBISPO AUXILIAR DE LA ARQUIDIÓCESIS DE SANTIAGO DE GUATEMALA
Monseñor Tulio Pérez Rivera nació en la Antigua Guatemala el 14 de septiembre de 1977. Sus padres son Marco Tulio y María y es el segundo de cuatro hermanos. Su infancia transcurrió entre Chimaltenango, lugar de la casa familiar y la parroquia de Santa Ana a la que asistía muchas veces de la mano de la abuela Isidra; y también San Martín Jilotepeque, en la casa de los abuelos maternos y en donde solía acudir a misa y frecuentar la amistad del padre Gonzalo Herrera.
Realizó los estudios primarios en el Colegio “Angélico Melotto“ de Chimaltenango y la escuela secundaria en el Colegio “La Salle“ de la Antigua Guatemala. La comunidad de hermanos de La Salle animó al entonces joven universitario a ingresar al Seminario diocesano. En 1997 fue admitido en el Seminario Mayor “Nuestra Señora del Camino“ de la diócesis de Solola-Chimaltenango, donde fue recibido con gran estima por Monseñor Eduardo Funes. Allí concluyó los estudios institucionales de Filosofía y Sagrada Teología.
El 31 de julio de 2004, memoria de San Ignacio de Loyola, ordenado diácono el 19 de marzo de 2005, en la solemnidad del Señor San José, recibió la ordenación presbiteral en manos de Monseñor Raúl Antonio Martínez. Su primera misa solemne la celebró el día siguiente en la parroquia de Santa Ana de Chimaltenango.
Ha desempeñado diversos encargos pastorales: Formador y Rector del Seminario Menor “Señor San José“ de Sololá. Profesor del Seminario Mayor “Nuestra Señora del Camino“. Vicario parroquial en San José Chacayá Sololá, San Martín Jilotepeque, Patzicía y Tecpán Guatemala. Párroco de Parramos y San Andrés Itzapa. Además fue Administrador Diocesano y Vicario General de la Diócesis de Sololá-Chimaltenango. Durante varios fue colaborador local en la Nunciatura Apostólica de Guatemala..
En Roma realizó los estudios de Teología litúrgica en el Instituto de Liturgia de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz.
El 21 de junio el Santo Padre Francisco lo nombró Obispo titular de la Filaca y auxiliar de la Arquidiócesis de Santiago de Guatemala.
ESCUDO EPISCOPAL
Cada vez que un obispo es ordenado, la iglesia le pide que escoja un lema y diseñe un escudo episcopal. El lema busca reflejar las creencias y las convicciones del obispo, mientras que el escudo episcopal es el símbolo especial que le identifica.
La cruz ocupa un lugar central en el escudo. El ministerio de la Cruz es la esencia de la predicación apostólica ya que en él está toda la posibilidad de vida y salvación eterna. El apóstol San Pablo muestra que sólo hay una señal que sea motivo de gloria: la cruz de Nuestro Señor Jesucristo (Gal 6,11), con la que selló la Nueva Alianza y cumplió la Redención. Esta es la señal del cristiano. La cruz de Cristo, lejos de ser una locura, es la fuerza y la sabiduría de Dios.
La luna creciente y las estrellas evoca en la representación Mariana de la Inmaculada Concepción: “y una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y una corona de doce estrellas sobre la cabeza (Ap 12,1). En la tradición popular se suele representar a San José con una vara de nardos florecida; por una parte representa el cumplimiento de las promesas de Dios respecto al mesías:“ Y saldrá una rama de la raíz de Jesse, y una flor y una flor saldrá de su raíz“. (Is 11,1-4) pero además subraya la castidad de San José y la elección de Dios como “custodio de la misma inocencia, Cristo Jesús y de la Virgen de las vírgenes, María“. “Aquel cuya vara florezca es el que yo elijo“ (Nm 17,5). Los innecesarios hacen referencia al culto litúrgico y su centralidad en la vida de la Iglesia. El salmo 141 compara el ascenso del humo del incienso y la elevación de las plegarias: <<Suba mi oración delante de ti como el incienso>>. Eso nos recuerda además que la Santa Misa es la perfecta oración de la Iglesia que-así como el incienso-sube hasta Dios. El buen aroma del incienso nos debe recordar que así también nosotros, como cristianos, tenemos que esparcir el “buen olor de Cristo“ (2Co 2,15).
La cruz episcopal que se extiende hacia arriba pero detrás del escudo, es un indicativo del oficio que el obispo tiene dentro de la iglesia. En la parte superior, como es tradicional en la heráldica episcopal, se coloca el capelo de color verde. Este sombrero ha sido adoptado en la heráldica eclesiástica como un símbolo de la Iglesia. Del capelo se desprenden, cubriendo ambos lados del escudo seis borlas de color verde, que suman doce en su totalidad. Estas borlas indican el rango del Obispo dentro de la iglesia como sucesor de los 12 apóstoles, y el verde indica el color que en los tiempos antiguos distinguía un obispo, a pesar de qué el actualmente los obispos se vistan de púrpura.
LEMA EPISCOPAL
“Astare coralte et tibi ministrare“. Las palabras están tomadas del Canon II de la Misa. La frase define con gran precisión la esencia del ministerio sacerdotal: “estar en presencia del Señor” y “servir“. Estar en la presencia de Dios es el anhelo más grande de toda nuestra existencia. No hay otra manera de desempeñar el ministerio sacerdotal y servir a Dios y a su pueblo santo que con un renovado deseo de alcanzar la santidad: “Se trata de vivir constantemente “conversi ad Dominum“, orientados hacia el señor abrir (…) Nadie está cerca de su señor como el servidor que tiene acceso a la dimensión más privada de su vida. En este sentido, “servir“ significa cercanía, requiere familiaridad“ (Benedicto XVI).
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