MENSAJE DE MONS. GONZALO DE VILLA Y VÁSQUEZ, ARZOBISPO DE SANTIAGO DE GUATEMALA EN OCASIÓN DE LA SEMANA SANTA DEL AÑO DEL SEÑOR 2022

Escrito el 08/04/2022


Con la bendición de los ramos inicia el próximo domingo la Semana Santa de este año 2022. En ella vamos a conmemorar el Misterio Pascual de Cristo y, por tanto, vamos a revivir la Pasión, muerte, sepultura y gloriosa Resurrección del Señor, la más grande historia de amor que no ha perdido actualidad porque todavía vivimos de sus frutos redentores. La Iglesia nos invita a entrar de lleno en el misterio que constituye el corazón de nuestra fe, a seguir de cerca al Señor en su entrada triunfal en Jerusalén, a tener los mismos sentimientos de Cristo.. Nos invita a vivir con el Señor la intimidad de la última Cena, la angustia del prendimiento, el dolor de la flagelación y el camino hacia el Calvario, la soledad y el aparente abandono del Padre en el árbol de la Cruz y también la alegría inigualable de su resurrección en la mañana del Domingo, el día del Señor por excelencia.

La llegada de la Semana Santa nos permite encontrar a Jesús en su pasión,  muerte y resurrección de tres formas muy concretas. El primer encuentro tiene lugar gracias a la riqueza de las celebraciones  litúrgicas de este tiempo. Iniciaremos con la celebración del Domingo de Ramos “de la pasión del Señor”, en el cual, después de conmemorar la entrada triunfal a Jerusalén, se celebrará la única Eucaristía dominical en la que cada año se lee la pasión según alguno de los Evangelios sinópticos. Luego los días Lunes Santo, Martes Santo, Miércoles Santo y el Jueves Santo antes de caer la tarde son los últimos de la Cuaresma, dando paso a la celebración del TRIDUO PASCUAL. Éste inicia con la conmemoración anual de la Cena del Señor, en la cual los temas fundamentales son la institución de la Eucaristía y del sacerdocio ministerial y el mandamiento nuevo del amor. Luego continúa la celebración del Viernes  Santo, día en que no se celebra la Santa Misa, y la acción litúrgica comprende tres momentos: la lectura de la Palabra de Dios, centrada en la Pasión según San Juan, la adoración de la Santa Cruz y, al final, la comunión de los presentes. Será hasta que caiga la tarde del Sábado Santo, día de la sepultura del Señor, cuando se celebre la Eucaristía más importante de todo el año: la VIGILIA PASCUAL, en la cual la riqueza de la Palabra de Dios nos presenta los momentos más fundamentales de la historia de salvación, desde la creación hasta la Resurrección de Jesús. En ella, se tiene previsto el rito de la iniciación cristiana de adultos, si los hubiera preparados para recibirla, o donde no haya catecúmenos, se bendice el agua para la renovación de las promesas bautismales. La alegría pascual nos lleva a la Santa Comunión, encuentro Eucarístico que se amplía a las distintas Eucaristías del Domingo por excelencia, el de la Resurrección del Señor. Naturalmente, en este tiempo hace parte también de la litúrgica la celebación del perdón y la misericordia de Dios a través del sacramento de la reconciliación, ofrecido tan generosamente por los sacerdotes durante toda la Cuaresma y la Semana Santa. Antes del Triduo Pascual, el Martes Santo en la mañana, tendré la alegría de encontrarme con los sacerdotes de nuestra Arquidiócesis en la Solemne Misa Crismal, en la cual, además de renovar las promesas sacerdotales, se bendecirán los óleos de los Catecúmenos y de los Enfermos y se consagrará el Santo Crisma, todos ellos, para ser utilizados durante las celebraciones de los sacramentos en toda la Arquidiócesis. 

Un segundo encuentro con Jesús en su pasión, muerte y resurrección se tendrá a través de la piedad cristiana, tan rica en este tiempo litúrgico. Guatemala es un país donde, en el crisol de las variadas culturas que se fundieron a partir del  siglo XVI, surgieron muchas manifestaciones de piedad popular alrededor de las imágenes de pasión, Nazarenos, Cristos sepultados, Dolorosas y otros acompañantes. Estas imágenes son ampliamente veneradas en templos y hogares, y las más importantes por su valor histórico y patrimonial son llevadas en procesión en las diferentes comunidades y constituyen una catequesis viviente alrededor de la cual tienen lugar muchas otras expresiones comunitarias de la fe, todas ellas profundamente arraigadas y que sirven de marco a la oración y meditación de todos. Particularmente importante será, este año, como en el caso de las liturgias en los templos, que también estas manifestaciones públicas de fe tengan lugar siguiendo los protocolos que permitan su realización, en los lugares donde se pueda, con los debidos cuidados y siguiendo las normas indicadas para no ser motivo de nuevos contagios de Covid19. Ojalá nuestras devociones populares sean siempre una oportunidad para que, meditando el drama de la pasión de Jesús, nos hagan más capaces de acoger la redención que Jesús consiguió con la entrega de su propia vida en sacrificio agradable al Padre.

Un tercer encuentro con Jesús en su pasión y muerte nos lo ofrece la consideración de los muchos dramas personales y comunitarios en los que podemos reconocer a Cristo, que sigue sufriendo, que sigue siendo perseguido, lastimado, humillado, violentado y asesinado. De poco serviría participar de la liturgia y nuestras tradicionales velaciones o procesiones en Semana Santa, si nuestros pasos no se dirigen también a los que pasan hambre y sed, a los muchos enfermos carentes de soluciones dignas para enfrentar la enfermedad, a los migrantes, a los niños abandonados, a aquellos miembros de nuestras comunidades que se han quedado sin trabajo y sin los medios necesarios para vivir dignamente. Jesús sigue viviendo su pasión en el que sufre, aquí, ahora y hasta la consumación de la historia. Sigue sufriendo en la falta de justicia y en la falta de oportunidades para gente joven. Sigue sufriendo en los atropellados por un sistema de justicia en que sigue habiendo Herodes y Pilatos, en que sigue habiendo un sanedrín que mira más por Barrabás que por Jesús, en que el inocente y quien ama la justicia es perseguido o condenado y el culpable es absuelto y hasta premiado. Por eso nuestra mirada debe dirigirse a todos aquellos con quienes Jesús ha querido identificarse: los pobres y olvidados de la tierra, los que viven en la injusticia, las madres solteras con hijos de padres irresponsables. las familias rotas, los niños que padecen desnutrición crónica y aún aguda. Desde el sufrimiento de nuestros hermanos golpeados y heridos por la enfermedad y el dolor que tantas veces llevan a la muerte Jesús nos contempla e interpela. Nos muestra misericordia y perdón pero también nos cuestiona sobre nuestra fraternidad negada, sobre las omisiones en que pecamos, sobre las veces en que volvemos la mirada para ignorar al sufriente. “Es indispensable y loable – dice el Papa Francisco – que la pastoral de nuestras comunidades esté abierta a las múltiples formas de pobreza y emergencias. La caridad es siempre el camino principal en el camino de la fe, de la perfección de la fe… La caridad cristiana no es simple filantropía sino, por un lado, es mirar al otro con los ojos de Jesús mismo y, por otro lado, es ver a Jesús en el rostro de los pobres. Y este es el verdadero camino de la caridad cristiana, con Jesús en el centro, siempre “.

Al saludarlos a todos, me permito hacerles llegar estas reflexiones pidiendo la gracia del Señor para ustedes, sus familias y comunidades, de manera que la Pascua, el paso del Señor por nuestras vidas, nos invite a resucitar con Cristo, transformándonos cada vez más en auténticos discípulos y misioneros de Jesús y miembros de una iglesia sinodal, en comunión, participación y misión. ¡Felices Pascuas de Resurrección para todos!


Mensaje de Monseñor para la semana santa 2022 Mensaje de Monseñor para la semana santa 2022