Todos somos pobres de espíritu, es la condición humana, puesto que no hay poder del hombre que perdure. El poder de Dios, que es el verdadero poder, se manifiesta en la humildad, en la caridad, en el amor: allí reside la "verdadera libertad". Son algunas de las enseñanzas del Papa Francisco en su catequesis de hoy sobre la primera de las ocho bienaventuranzas descritas en el Evangelio de Mateo, «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos será el Reino de los cielos».
El Santo Padre relató que cuando da algún consejo a los recién casados que le preguntan cómo llevar adelante bien el matrimonio, les habla de las tres palabras “mágicas”: permiso, gracias y disculpas. Son palabras, dijo, que surgen “de la pobreza de cada uno”. Y la más difícil "es pedir perdón". Es así porque "el orgulloso no logra, no puede pedir perdón, siempre tiene razón, no es pobre”.
En cambio, el Señor no se cansa de perdonar; somos nosotros los que desgraciadamente nos cansamos de pedir perdón. El cansancio de pedir perdón, esta enfermedad es fea ¿eh?
Vivir tratando de ocultar los propios defectos es agotador
El Papa planteó luego una pregunta: “¿Por qué es difícil pedir perdón?” Y respondió: “Porque humilla, humilla nuestra imagen hipócrita”. Sin embargo, observó, “vivir tratando de ocultar los propios defectos es agotador y angustiante”.
Jesucristo nos dice: ser pobre es una ocasión de gracia; y nos muestra el camino para salir de esta fatiga. Se nos da el derecho de ser pobres de espíritu, porque este es el camino del Reino de Dios.
El verdadero poder es el de la fraternidad, la caridad, el amor…
“El Reino de Dios es de los pobres de espíritu”, aseveró el Santo Padre. Si bien hay quienes tienen los “reinos” de este mundo, esos reinos terminan, porque “el poder de los hombres, incluso los más grandes imperios, pasan y desaparecen”. Los viejos, recordó, “nos enseñaban que el sudario no tenía bolsillos”. Y esto "es verdad":
¡Es verdad! Yo nunca he visto detrás de una procesión fúnebre un camión de mudanza: nadie se lleva nada. Estas riquezas se quedan aquí.
Poder es saber amar al verdadero bien más que a uno mismo
Reina verdaderamente, concluyó el Santo Padre, “aquel que sabe amar el verdadero bien más que a sí mismo”: esto es poder espiritual, y éste “es el poder de Dios”, es decir, “el verdadero poder”.
¿En qué se ha mostrado Cristo poderoso? Porque ha sabido hacer lo que los reyes de la tierra no hacen: dar la vida por los hombres. Ese es el verdadero poder. El poder de la fraternidad, de la caridad, del amor, de la humildad. Esto hizo Cristo. En esto reside la verdadera libertad. Quien tiene este poder de la humildad, del servicio, de la hermandad, ¡es libre! Al servicio de esta libertad está la pobreza alabada por las Bienaventuranzas.
Saludando finalmente a los peregrinos de lengua española, llamó a todos a pedir al Señor que nos dé “la fuerza de reconocernos pobres, de aceptar nuestros límites, de sabernos necesitados de otro”.
Sólo así seremos capaces de acoger el amor que el Señor derrama en nuestros corazones y sentir la dicha de testimoniarlo ante el mundo. Que el Señor los bendiga.