Año con año, el tiempo litúrgico de la cuaresma nos invita a reflexionar y a reconciliarnos con Dios.
El Sacramento de la Reconciliación, nos permite experimentar en carne propia la
grandeza de la misericordia. Será para cada penitente fuente de verdadera paz interior.
Ser confesores significa participar de la misma misión de Jesús y ser signo concreto de
la continuidad de un amor divino que perdona y que salva. (MV 17).